No es la primera vez que hablamos de los límites de los derechos del menor y de los padres para establecer una línea divisoria que sirva de frontera. Los usos sociales suelen decirnos hasta dónde llega cada uno, pero hay dos problemas obvios: de una parte que aunque exista una norma común cada lugar lo interpreta de una forma, porque no es lo mismo la libertad de un menor que vive con sus padres en Madrid que otro que lo hace en un pueblo aislado y de muy escasa población; en segundo lugar, porque las costumbres mudan muy lentamente y eso hace que esa diferencia de criterio siga existiendo.
Es imposible dejar de referirnos al Juez Calatayud, cuya lucidez y contundencia a la hora de abordar este tema hace inútil cualquier crítica. Aquí les dejamos un enlace para que puedan escuchar su criterio, del que destacamos que estamos maleducando a nuestros hijos, otorgándoles unos derechos que van más allá del deber de educarles. Todos nos creemos mejores padres por darles lo mejor y esto no educa, sino que acostumbra hasta el punto de que luego será exigible seguir dándoles más de lo mismo para no ser malos padres, para ser mejores que los que tienen sus amigos o para no ser peores que aquéllos. Y de ahí al “te denuncio”. Me río pensando esta situación con mi padre.
Hoy abordamos este tema con la noticia de la madre absuelta en Almería. Los hechos: el hijo denuncia a la madre por quitarle el móvil con un leve forcejeo aduciendo que en él se contienen conversaciones privadas que los padres no tienen derecho a ver o leer. La madre alega que se lo quitó al negarse a estudiar porque quería seguir jugando con el móvil y al oponerse a entregárselo, forcejearon levemente. Hay quien dice que cómo es posible que se denuncie tal hecho pero también quienes entienden que las conversaciones privadas deben resguardarse hasta de los padres.
Este es el mundo en que vivimos, donde el derecho dice que no podemos acceder a las notas de nuestros hijos aunque de ellas dependa una beca ( y en consecuencia nuestra economía ) o conocer si una hija está embarazada, porque ello vulnera su intimidad.
Bendita protección de lo privado. Hemos pasado del cinturón a las esposas, de impedir el uso de la fuerza a reprimir contumazmente a quien ni siquiera ejerce de padre con los mismos hábitos con los que fue educado. A mí que esto me recuerda otra batalla…