Las aseguradoras soportan unas críticas que precisamente tienen su fundamento en la experiencia. Cierto es que recelan de determinados lesionados y lesiones. El mejor ejemplo son las víctimas por esguinces cervicales y las colisiones por alcance. A ello contribuyen, hemos de decirlo, algunos profesionales que visten de indemnizaciones inexplicables lo que no es más que un mero dolor subjetivo. Pero esto no ocurriría sin centros de rehabilitación que alargan los plazos de sanidad. Lógico es que las aseguradoras se preocupen de sus finanzas, faltaría más. Es la labor de los tramitadores. Otra cosa es tratar a todos como gañanes, pero desconfiar… ¡están en su derecho!
Razones de la desconfianza de las aseguradoras
En un país de pícaros es normal que hablemos de esto. Nadie negará haber intentado “colar” el cristal de una mesa, o un rozón del coche que es de otro golpe. No obstante, si la aseguradora duda de una lesión, lo estimamos reprochable. Debemos entender que esto pase, porque las hemos acostumbrado a sentirse engañadas. Eso de pedirle al mecánico o al perito que “de paso” arregle ese golpecito, es, sencillamente, un fraude. O ese “todavía me duele y no puedo trabajar” es como cuando calentábamos el termómetro para no ir a clase. Nosotros sí podemos engañar. Claro, unos pocos euros, no le importan a las aseguradoras. Pues la ley de los grandes números también vale para ahorrar de pequeños siniestros.
Podemos discrepar de que un accidente a menos de 8 km/h no pueda producir lesiones. Es muy discutible, y de hecho se admite que pueden causarse, aunque es difícil. Tratar a todos los que van en ese vehículo como cuentistas puede resultar excesivo. Pero es alarmante que en cada golpe por alcance la víctima olvide a dónde iba y necesite ir a urgencias irremediablemente. No es normal, no. y por eso las aseguradoras defienden sus derechos.
Todo no está cubierto en el seguro
Es así de claro: todo no. A veces ocurre lo contrario, y no nos fijamos. Cuando alguien conduce borracho y provoca un accidente, lo normal es que la compañía pague. Sobre este tema tan importante nos remitimos al artículo sobre alcoholemia y seguro que ya publicamos y donde se explica el porqué. Pensemos entonces que hasta cometiendo un delito los tribunales obligan a pagar a las aseguradoras. ¡Y con una cláusula que les libera de hacerlo!
Si la exclusión de cobertura no está firmada o se evidencia que el asegurado la desconoce, no puede aplicarse
O sea, que nos quejamos de que las compañías ganan mucho dinero y de que pagan poco por las indemnizaciones. Pero no empezamos por ser los primeros en cumplir lo que pactamos. Y lo peor es que defraudar a la aseguradora lo tomamos como algo normal. Tenemos un ejemplo claro y reciente: tres chicas vienen de viaje a España y se hacen un seguro que les indemniza si sufren una agresión sexual durante las vacaciones. Vamos a pensar: eso es muy difícil que ocurra. Por eso la compañía lo ofrece como una cobertura añadida, que no aumenta la prima. Y ahí está, por si desgraciadamente sucede. No, porque somos retorcidos.
También dice que si denunciamos, la propia compañía nos paga una indemnización. Dicho y hecho, según leemos en la prensa.
Y como este ejemplo, muchos. Lesionados que no van en el coche que sufre el accidente. Ciegos que conducen. Coches comprados en desguaces y dados de baja que son robados. Invalideces de monitores deportivos. Vidrieras cuya rotura es cobrada en tres compañías. Seguros de vida con enfermedades ya existentes…
Las aseguradoras gastan mucho dinero para descubrir los fraudes. Engaños ocasionados por falsas víctimas que encarecen nuestros seguros. Si, les cuesta pagar a las compañías, pero entendamos las razones. Las hemos maleducado. Veamos su lado amable, que lo tienen. Y si no, piense lo poco que se ahorraría al año en seguros y la tranquilidad que dan.
Eso es seguro