Un proceso lento puede servir para impartir justicia, aunque no lo crean. Parece que si la sentencia tarda en dictarse, no se imparte bien la justicia. Todos de acuerdo ¿verdad? Pues alejándonos de la realidad vamos a ofrecerles una curiosidad de impartirla lenta conscientemente. Y no solo lenta, sino paralizada: una sentencia que no se cumple porque así lo quisieron los propios jueces.
Cierto que hoy en día esto es impensable, pero ocurrió en la Grecia clásica. Allí tuvo lugar este proceso judicial que, si no es verdad, es una leyenda que merece ser cierta. Y es que Grecia fue, más que Roma, quien puso el esqueleto de las leyes. De hecho, el primer legislador de la historia fue Solón. A él fueron a consultarle los romanos cuando quisieron hacer sus propias normas. Por eso era considerado uno de los siete sabios de Grecia.
Un proceso lento que imparte justicia
La historia cuenta que una mujer llamada Smirna fue acusada de matar a su marido y a un hijo. Se confesó culpable, pero argumentó sus motivos: ambos dieron muerte a otro hijo fruto de un matrimonio anterior. Su hijo era ejemplar, según Smirna, y no tenía culpa de nada. El tribunal se planteó muchas dudas. No podían absolverla porque era culpable. Pero ella había hecho justicia con su esposo y su hijo, algo prohibido. Ante tales dudas, el juez remitió el proceso al Areópago de Atenas, un Tribunal con más experiencia.
La solución que adoptó el Areópago fue retrasar la resolución. El acusador, que al parecer era el cuñado de Smirna, y la mujer acusada, fueron emplazados a regresar a los cien años. La pena se cumpliría entonces. Ambos, obviamente, estaban muertos para entonces. Así, el doble asesinato no quedó impune, porque realmente no se archivó. Pero tampoco condenaron a quien entendieron que merecía el perdón.
Hoy tenemos códigos penales que evitarían esta situación. Bastaría con aplicar una eximente para juzgar a Smirna y absolverla. Pero en Grecia el derecho no estaba tan avanzado. Un dato más, ya que hemos hablado de Solón. Cuando quiso elaborar el código de las penas para cada delito se olvidó del parricidio. Luego, un ciudadano mató a su padre, y entonces dijo: “nunca pensé que esto pudiera ocurrir”. Por eso el bueno de Solón, juez justo, no pudo contemplarlo ni dar castigo a los parricidas.
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