Sí que existen. Y son corregibles, porque son humanos
La venda de la Diosa Justicia no está solo para demostrar su imparcialidad. También para pasar de todo lo que hay alrededor. Podemos decir que en casi cuarenta años de ejercicio no vimos nunca tal pasotismo. Ni el trato maleducado a los justiciables y profesionales y tanta sensación de impotencia. ¿Duele oírlo? Lo peor es que sea verdad y que nadie haga nada por remediar esos errores.
A los abogados nunca se les trató tan mal. Los abogados de oficio somos calificados de inexpertos. Si, pero el que menos tiene un máster tras la licenciatura o grado, pasó un examen y ha realizado cursos de especialización. De cobrar, hablamos otro día. Con baremos ridículos desactualizados y con meses y meses de retraso en los pagos.
Falta empatía en el mundo de la justicia
A quienes tienen que cerrar sus negocios por asistir a un juicio se les trata como serviles administrados. Tienen la obligación de estar a las nueve porque el juicio empieza a esa hora. Pero puede empezar a las diez. O tomar café justo antes de empezar. O suspenderse porque falta alguien que no ha recibido la citación, aunque haya veinte que asistieron. El problema es que se podrían haber comprobado las citaciones días antes… para que los españolitos pudieran aprovechar la mañana. Máxime si se trata de un autónomo.
Ya, ya, pero solo pasa a veces. ¿Eso justifica que siga pasando “a veces”?
Acabamos con un ejemplo, y podríamos poner cada día uno. Hoy comentaremos uno gracioso para que sepan el nivel. Presentamos una demanda de oficio y mientras estamos esperando el juicio nos llega una resolución informando que hemos retirado la demanda. Atónitos vamos a comprobar al juzgado y se nos informa que se han confundido porque es de otro juicio, no del nuestro. ¿Imaginan cuál es la solución? ¡Qué va, por Dios, qué se han creído! El Juzgado, generosamente, nos dice que tenemos que recurrir porque si no, se archiva la reclamación. Los tribunales no se confunden. Bueno, no lo hacen con los ciudadanos de a pie, pero si con los de coche oficial, por quienes las supremas decisiones se rectifican.
Y así seguiremos, porque si no hay valiente que se atreva a ponerle el cascabel al gato sobran cobardes para quitarle la venda a la diosa justicia.